Jeroen conoce esta sala de urgencias. Hay algo perturbador en su construcción misma, en su asimetría de catacumba resplandeciente e higiénica. Conoce también la rápida y confusa sucesión de síntomas que la han precedido.
Se esfuerza ahora en ignorar el dictado impredecible de su cuerpo y su mirada se cruza errática con la de un sexagenario norteafricano que sangra por la nariz, paciente y resignado. Tres asientos más allá alguien esta sumergido en un Candy Crush, ajeno a todo dolor, vómito o hemorragia. El dolor escala en progresion geometrica, encogiendole en tamaño y afilando las aristas de la arquitectura del lugar, que parece más viva que los fantasmas ausentes que la recorren.
Jeroen dormirá esta noche con la propiocepción rota y una enzima apagada. Sabe que volverá a aquí con otra ofrenda de plata y cristales en su sangre. La asimetría es estructural y la homeostasis, una quimera.