17052020

Oscar no espera a nadie, pero se ha detenido en la puerta del supermercado, a esa hora específica de la mañana en la que se congrega el desempleo y la tercera edad. Un sol incómodo y húmedo cae diagonal sobre el barrio, hace brillar latas de Redbull lisas contra el asfalto e infinitas agujas de plástico entre los adoquines. El estanque es limo salpicado por descoloridos envoltorios de helado y una bandada de peces minúsculos, casi transparentes, que flotan paralizados y ausentes. El agua parece veneno, pero Oscar no tiene garantías sobre si el medio en que el respira y crece es aún más tóxico.

Oscar retrocede a la esencia que fue y sostuvo. Genes, cultura, educación, tortura, teatro. Como se pudo cablearse hasta el ocupar el volumen que ahora se derrumba y que chispa mágica encendió su metabolismo, para traerlo a morir aquí.

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