202804112011

Thomas acaricia con la uña la pantalla resquebrajada de su telefóno. Ha leído la misma conversación un zillón de veces, desplazándola lenta y rugosa bajo su tacto. Legibles aún tras las grietas, las frases brillan pálidas pero firmes en la pantalla. Escuetas, compuestas con delicadeza pero escupidas con la determinación distante. A Thomas le cuesta respirar, pero no es muy consciente de ello, en el interior del coche apesta a marihuana, a desodorante, a plástico. Sus cervicales llevan doblándose horas, días, meses pero su rostro ahora se acerca tanto a luz violácea de su telefono, que sus cervicales son

Son Las 23 14 y no hay mas luz en su coche. Thomas procesa todo lo que su amigdala no para de sintetizar, pero no es muy consciente de ello. Rechaza toda conclusión, atascado en el mundo es inerte de un parking suburbano y pagando ahora en asfixia subconsciente cada minuto en el que vivió embaucado por una lógica que nunca fue tal. Thomas no sobrevivirá a la semana, pero no es muy consciente de ello.

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